Frontex y la creación de la frontera euroafricana: Golpeando la valla ilusoria
Ruben Andersson
Una frontera entre la Unión Europea y África está en construcción, en gran parte gracias al fenómeno de la migración irregular. Este artículo examinará esta frontera euroafricana a través del sistema transnacional de control migratorio impulsado por la agencia europea para las fronteras exteriores, Frontex. Basándose en entrevistas etnográficas con la Guardia Civil y otras agencias claves, el artículo considerará el papel de lo <> en un nuevo régimen fronterizo basado en la relación entre integrated border management y el enfoque global sobre migración. El artículo se enfocará en el proyecto HERA, considerada la más "exitosa" de las operaciones Frontex. La justificación del proyecto depende en gran parte del rescate humanitario y la prevención de travesías peligrosas. Este razonamiento permite desarrollar una frontera difusa en vez de una simple línea de separación -una borderland, no una borderline-. Se podría hablar de un emergente e-border o frontera electrónica extendiéndose desde el Mediterráneo hasta Senegal, controlado desde Varsovia, Madrid y Las Palmas en una red involucrando sistemas sofisticados de comunicación y vigilancia. Pero la e-frontera es una construcción frágil afectada por, entre otros factores, las exigencias de «terceros países>>, la fluidez de rutas migratorias y las complicaciones legales. En segundo lugar, el artículo contrastará la obra <> con la «práctica fronteriza» de activistas y migrantes. La extemalización de controles migratorios ha impulsado nuevas formas de movilización transnacional alrededor de una <> que a veces coincide con la efrontera y otras veces la desafía. En palabras de un activista de Malí, la frontera de la UE ha llegado hasta la zona desértica entre su país y Mauritania. Pero en la búsqueda activista de una frontera donde se pueda protestar hace resaltar lo ilocalizable que resulta la frontera euroafricana. Sigue invisible y difusa, en todos lados y en ninguno. Los activistas y migrantes sólo pueden golpear una valla ilusoria que, con cada golpe, paradójicamente se hace más real.